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septiembre 26, 2020

DE MIRADAS Y RELOJES

 

De pronto el tiempo parece congelarse. Pero es raro, porque uno lo ve correr y ve pasar hechos, caras y sensaciones, pero todo está inmóvil.

 Todo está como atado a cierto momento de relojes detenidos, de personas quietas, de palabras nunca terminadas de decir.

Una vorágine, como un enorme agujero negro que tragara el tiempo, no el dolor, no las lágrimas. Todo pasando por el tamiz donde quedan los recuerdos.

Y todo estalla en los ojos, en la voz quebrada, en el pecho, por donde pasa el mundo, allí donde los relojes parecen derretirse y las manos casi se tocan y uno ve su propio reflejo en el espejo con otro rostro, evanescente, casi como hojas secas que el viento arrastra, pero quedan en el aire, suspendidas, porque el tiempo parece abolido.

julio 18, 2017

La Memoria sigue doliendo. La injusticia sigue doliendo.
Estas palabras fueron escritas una noche 23 años atrás, una de las noches mas luctuosas de este país.
Es una foto de ese dolor.

Entonces otra vez el horror de lo sucesivo. Las agujas golpeando impiadosas cada paso, devastando pasillos de muerte.
Otra vez el horror de la nada asomándose entre dos tostadas o en un recodo entre oleadas de perfume. El horror ante la angustia de la conciencia se engarza con lo otro, el de la sangre, el de los cuerpos estallando, ellos y yo.
Mi carne explota, se esparce trazando estrellas y ya no soy lo que era, soy aplastado, lloro, me desangro, agonizo, soy parcelado. Corro a ayudar, a fascinarme con el olor de la muerte, la ciudad ha cambiado su eje en un instante, ya no el río y la poesía, ni el alma empedrada de estrellas y turbulencias
El horror frente a mis ojos, metiéndose en mis venas, socavando mi carne.
He muerto.
Las palabras son nada. No expresan, no alcanzan a decir que mi alma sangra y se retuerce en lágrimas.
Solo palabras.
Vos lo sabés, triturado, inmóvil a mi lado.
Vos también, con pequeños ríos que te dejan.
Estamos muertos carajo, despedazados porque en milenios de puta civilización no aprendimos un carajo, ni siquiera nos animamos a ver nuestro rostro en el agua, no nos importa mas que aquello que creemos correcto, el mundo que se cague.
No entienden, no entendemos que esta noche, vos mamá, llorás sin fin, vos papá corrés de un hospital a otro tras una utopía, como me enseñaste de chico, vos, mi amor no entendés nada y como vas a explicarle a los chicos, ustedes hijitos, abrazan a mamá, a papá, buscando protegerlos, sacarlos de algo innombrable, vos hermano, volvés a rezar al dios de los mil nombres como cuando éramos chicos, vos, hermano que me dio la vida, recorrés los lugares donde abrimos los corazones y lloramos abrazados. Vos hijo, por qué tenías que estar ahí justo hoy, me cago en el mundo, esta mañana hijita te vi salir tan luminosa, y ahora tengo que venir a verte acá, hecha un manojo de carne marchita, por qué mi amor, por qué mi dios, donde estabas cuando te necesitábamos, donde cuando solo con mover un dedo todo hubiera quedado abolido, pero donde estabas carajo, contestame, como poder creer en vos si me mataron, si mi hijo, mi hermano. mi novia, mi tío, mi amigo, mi madre, mi semejante desconocido son carne picada por el odio, como podés consentir algo así, como pudiste, que mierda somos para vos, si es que hablo con vos y no grito en el vacío, que hago con este amor si íbamos a casarnos en un año, si estaba por recibirme, si el año que viene terminaba el jardín, si no me dijo cuanto me amaba, si los sueños quedaron colgando en una habitación vacía, y el pecho me estalla esta noche, porque estamos todos muertos, porque los matamos, porque somos incapaces de pensar, de convivir.
Las palabras.
Lloro, porque no entiendo este mundo, porque no quiero este mundo, lleno de guerras y hambre y pestes y odios que no respetan un carajo, que no te respetan a vos, hermano judío, a vos hermano católico, negro, verde o ateo, que te vacían los ojos de un fogonazo, que me vuela las piernas, que mata a mi madre, mi hijo, mi amigo, que mata un ser vivo, que aniquila sus sueños, la materia mas preciosa.
Lloro carajo, porque soy hombre, porque tengo hijos que tienen que andar esta tierra, porque dios no existe o está en la joda, y porque las explosiones del odio van a seguir, lo sé, vamos a seguir muriendo y gritando y de duelo, la sangre va a seguir estallándonos en la cara, y habrá quienes festejen que muera quien es diferente, quien no piensa como nosotros, quien no cree lo mismo o no tiene nada que ver y justo estaba ahí.
Lloro esta noche porque no hay palabras para nombrar tanto horror, tanta sangre que clama.

Hay una taza de té vacía sobre la mesa, un pedazo de limón exprimido, un diario viejo, que decirte que no sepas si nos abrazamos cuando el mundo se desplomó, que decirte que ignores esta noche en que vivos y muertos nos velamos mutuamente envueltos en nuestras lágrimas sin fin.

julio 08, 2016

APUNTES DEL BICENTENARIO
Hoy es 8 de Julio de 2016, víspera de la Independencia. Y en esta fecha, ambas historias se entrelazan. La personal, la que llevo en el adn, en el libro familiar y la de la Patria.
Cada 8 de julio recordábamos el casamiento de mis padres. Cada 9 la fiesta patria. Mis viejos son parte de la Historia de este país con su trabajo de toda una vida en esta loca Buenos Aires. Mis abuelos se afanaron en el campo hace 70, 80 años. Un grano de arena sí, un pequeño eslabón en una cadena que se pierde en el tiempo. Pero dicen que la fuerza de una cadena está en la unión de sus eslabones. 
En el camino de la vida, mis abuelos los precedieron y antes de ellos mis bisabuelos y tatarabuelos. Uno de ellos peleó en la época de Rosas, contaba mi viejo, tirando de la memoria
Bendigo a mis padres por darme la vida en esta tierra, por amar cada recodo, cada cielo al atardecer. Por el tango y Borges, por Favaloro y San Martín, por el asado y los amigos, por Sábato y Cortázar y Piazzolla y todas y cada una de las fotos que guarda mi memoria.
200 años es una cifra como un círculo. Alguna vez, hace unos años alguien me dijo que yo había visto la cuarta parte de la Historia de la Patria. Y sí. Tremendo privilegio haberlo vivido. Gran honor acaso inmerecido. Estos días, estas sensaciones me acompañarán el resto del camino.  Como la memoria de mis padres y abuelos alimentaba las sobremesas, como la enseñanza de mis maestras con las batallas y los sucesos y las fechas le daban dinámica a esos señores que nos miraban severos desde los cuadros.
La Patria es la memoria y el futuro. Los ancestros y los hijos. El corazón que galopa al ver la bandera y la emoción de cantar el himno. Soy un hijo orgulloso de esta Argentina. Quiera Dios darme la dignidad para ser merecedor pleno de ella y un día descansar en esta tierra y este viento. Porque somos uno y el mismo.

mayo 03, 2014

De dolores y partidas

Mi padre fue un hombre cabal. Mi modelo de lo que debe ser un hombre: recto, leal, honesto a toda prueba, una persona de palabra. Siempre dije que las pocas virtudes que tengo se las debo a sus enseñanzas y los defectos, son fallas mías.
Amaba la vida, solía decirme que es hermosa, y que le gustaría que nunca terminara, pero a la vez me decía  que estaba en paz consigo mismo y que estaba listo para partir cuando llegara el momento.
El último año, su estado general desmejoró, y desde diciembre se vino a pique. Lo sostuvo su voluntad inquebrantable, su enorme corazón. Ese que se colmaba de felicidad cuando veía juntos a hijos, nietos y bisnietas dando vueltas por la casa. El domingo de Pascua fue un día de fiesta con todos nosotros a su lado.
Durante años pedí a Dios que me concediera estar junto a mis padres en el momento de partir, y poder ayudarlos a hacerlo en paz. Y Dios es generoso conmigo. Me permitió acompañarlo en su última noche, me permitió abrazarlo y calmarlo y decirnos cosas que voy a guardar en mi corazón el resto de mis días.
Me permitió estar a su lado hasta que su corazón, ese que tanto nos amó, dijo basta.
Tuviste una vida difícil pero plena, nos enseñaste del mejor modo, con ejemplos. Hoy tu labor está cumplida y es hora de descansar. De reunirte con tus antepasados. Pese al dolor enorme y a este agujero que siento en el alma y el corazón, es un honor que seas mi viejo, es un honor ser tu hijo y que me hayas guiado en la vida todos estos años.
Chau papá querido. Hasta que volvamos a encontrarnos te seguiré llevando en el corazón y el alma, en la sangre que corre por mi corazón, ese que ennobleciste con tu presencia.
Gracias viejo, sé que la abuela te estaba esperando del otro lado. Dios te bendiga siempre.
   

abril 05, 2013

DE DILUVIOS Y CANALLAS (O LA PATRIA A LA DERIVA)




Estos días recordaba las primeras imágenes del atentado a la AMIA, hace de esto diecinueve años casi. La gente común, de la calle, dando una mano como podía. A la vista de lo sucedido en La Plata sobre todo, pero también en Buenos Aires, en la Matanza, estamos tan indefensos como entonces.
Estamos desnudos en la oscuridad, esperando un golpe, no sabemos donde, ni cuando ni como.
Se sabe que la naturaleza desbarata toda soberbia humana. Pero existen obras aliviadoras, protocolos de cómo proceder ante una situación determinada, para organizar la ayuda y rescate de las personas, porque no hay mayor valor que la vida. O así debiera ser, en una sociedad normal.
No en la nuestra, donde asistimos al execrable espectáculo de dirigentes  paseando por el mundo, o escondidos hasta que les dijeron que había muchos muertos o peor aún, batiendo records de bajeza y repartiendo culpas a “los otros”, como si eso los tornara impolutos.
El diluvio lavó una vez mas sus máscaras despreciables, dejando al descubierto su ineptitud, inoperancia y falta de previsión. Y la gente común, como vos, como yo, son quienes pagan con su vida la miseria dirigencial.
Pagar con la vida, pensemos un minuto. Ahora estás, un instante después todos tus sueños, tu historia, tu memoria, tu paso y tus proyectos, tus afectos y sonidos se desvanecen para siempre. Excesivo precio.
Una vez mas, desde el inicio fue la gente quien ayudó a sus vecinos, su prójimo, sus hermanos, desde donde pudiera, como en la AMIA, como en Cromagnon, como en Once. Porque las autoridades fallaron una vez mas, y la prueba mas fehaciente de su improvisación es que 48 horas después hablaban de “vamos a ver como hacemos”.
Como siempre, se piensa en la posibilidad de comprar un matafuego cuando la casa se incendia.
Es imprescindible, impostergable, encarar planes de contingencia, donde haya actores que se involucren y hagan girar la rueda desde el inicio, en esos momentos de zozobra en los que es fundamental organizarse.
Es imprescindible, impostergable, encarar las obras necesarias para proteger a la gente cuando se desatan estos fenómenos, cada vez mas frecuentes.
Y finalmente, es hora de hacer a un lado las mezquindades, el querer sacar ventaja aún en la tragedia. Señoras y Señores, dan asco, tienen harta a la gente con sus actos delictivos, con su soberbia, con su menosprecio por nuestra vida.
Somos hermanos, somos hijos de esta tierra, y nos estamos matando entre nosotros. Nos están asesinando en cuotas hace años, están hipotecando el futuro de nuestros hijos y nietos.
En alguna parte del Evangelio, Jesús dice: no he venido a ser servido sino a servir.
Señoras y señores, háganlo. O tal vez el látigo de tanto manso harto de dolor y humillaciones restalle sobre sus cabezas.  


febrero 16, 2013




FOX
Y una tarde calurosa de febrero, tu corazón, tu enorme corazón se detuvo. Doy gracias a Dios porque no sufriste y porque pude acompañarte en esos últimos momentos, como vos me acompañaste estos últimos dieciséis años. Quiero creer que, como hace un tiempo escribió una amiga, te fuiste a un cielo de perros a correr como cuando eras cachorro y te encontraste con todos los perros que ennoblecieron mi vida, y que cuando yo me vaya van a venir en tropel a recibirme.
Hablaba de tu corazón. Ese que intercambiaste con mis padres, con mis hijos, con mis nietas y conmigo. Ese que nos diste con tu mansedumbre y a la hora de los juegos, cuando hubo que cuidar de los mas pequeños de la familia, con tu paciencia cuando era mas perro que bebas que te perseguían como a un peluche tamaño baño que encima se movía y les lamía la cara y las manos en gestos de ternura.
Pero que te voy a decir a vos que no sepas Fox. Tal vez recordarás cuando recién llegaste, cuando entrabas y dormías en una zapatilla mía. Como has sido el gran amor canino de mi hijo. Y tantas cosas…
Yo solo puedo darte estas lágrimas de dolor y agradecimiento porque enriqueciste cuatro generaciones de mi familia. Y ahora, que recién te hemos despedido mi querido amigo agradezco el amor que nos diste. Y voy a llevarlo en el corazón hasta el día que volvamos a vernos. Hasta pronto mi perro, mi familia, mi amigo.

noviembre 19, 2012

Discurso de Robert Kennedy o premonición de Argentina 2012

No suelo colgar acá palabras de otros. Pero este discurso de Robert Kennedy, realmente me impactó. Si cambiamos las nacionalidades, este discurso de hace mas de 40 años en otro país, aplica perfectamente al nuestro.
Creo que es la única salida posible. Qué da para el debate? Totalmente, pero si sabemos reconocernos como semejantes, es un comienzo.
Hoy no es un día para política, aprovecharé mi único acto de hoy, para hablarles brevemente, de la insensata violencia en América, que de nuevo salpica a nuestro país y la vida de todos nosotros. No incumbe a una sola raza, las víctimas de la violencia son negras y blancas, ricas y pobres, jóvenes y viejas, famosas y desconocidas; son sobre todas las cosas, seres humanos a los que otros seres humanos querían y necesitaban. Nadie, viva donde viva, haga lo que haga, puede estar seguro quien va a sufrir, por un acto insensato de derramamiento de sangre. Sin embargo, sigue, sigue y sigue en este país nuestro. ¿Por qué? ¿Qué ha conseguido siempre la violencia?, ¿Qué ha creado siempre? Siempre que un americano pone fin a la vida de otro americano, innecesariamente, ya sea en nombre de la ley, o desafiando la ley, ya sea un hombre o de una banda que mata a sangre fría o con rabia, en una ataque de violencia, o respondiendo a la violencia, siempre que se rasgue el viento de una vida, que otro hombre a tejido, torpe y penosamente, para el y sus hijos, siempre que hagamos eso, la nación entera será degradada. Y sin embargo parecemos tolerar un nivel creciente de violencia, que ignora nuestra común humanidad, y nuestras demandas a la civilización. Demasiadas veces celebramos la arrogancia y la chulería, y a los bravucones, demasiadas veces excusamos, a los que quieres construir su vida sobre los sueños destrozados de otros seres humanos. Pero hay una cosa clara, la violencia engendra violencia, la represión engendra venganza, y solo una limpieza de toda nuestra sociedad, puede arrancar este mal de nuestros corazones. Pues cuando enseñas a un hombre a odiar y temer a su hermano, cuando le enseñas que es un ser inferior, por su color, o sus creencias, o las normas que siguen, cuando le enseñas que los que son distintos a ti, amenazan su libertad, o tu trabajo, o tu hogar, o tu familia, entonces aprende también a enfrentarse a los otros, no como conciudadano, si no como enemigos, recibiéndolos no como cooperantes, si no como invasores que subyugan y someten. Y al final aprendemos a mirar a nuestros hermanos como extraños, extraños con los que compartimos una ciudad pero no una comunidad, hombres ligados a nosotros en una viviendo común, pero no en un esfuerzo común. Tan solo aprendemos a compartir un miedo común, solo un deseo común, de alejarse del otro, solo un impulso común, de superar el desacuerdo con la fuerza. Nuestra vida en este planeta es demasiado corta, el trabajo por hacer es demasiado grande para dejar que ese espíritu prospere por más tiempo en esta tierra nuestra. Desde luego, no podemos prohibirlo con militares, ni con una resolución, pero quizás podamos recordar, aunque se por un momento, que aquellos que viven con nosotros son nuestros hermanos, que comparten con nosotros el mismo corto momento de vida, que solo buscan, como nosotros, la oportunidad de vivir la vida con bienestar y felicidad, disfrutando lo que la satisfacción y el logro les proporciona. Seguramente este vínculo de sentido común, seguramente este vínculo de objetivos comunes, puede empezar a enseñarnos algo. Seguramente podremos aprender, por lo menos, a mirar alrededor a aquellos de nosotros que son nuestros semejantes, y seguramente podremos empezar a trabajar con algo más de entusiasmo y a curarnos mutuamente las heridas, y convertirnos otra vez, en hermanos y compatriotas de corazón.